[et_pb_section admin_label=”Section” fullwidth=”off” specialty=”off”][et_pb_row admin_label=”Row”][et_pb_column type=”1_3″][et_pb_image admin_label=”RAM\u00d3N VELOZ” src=”https:\/\/memoriadelahabana.com\/wp-content\/uploads\/2016\/12\/memoria-de-la-habana-los-m\u00fasicos-de-cuba-kabiosiles-006.png” alt=”RAM\u00d3N VELOZ” title_text=”KABIOSILE ” show_in_lightbox=”on” url_new_window=”off” use_overlay=”off” animation=”left” sticky=”off” align=”left” force_fullwidth=”off” always_center_on_mobile=”on” use_border_color=”off” border_color=”#ffffff” border_style=”solid”] [\/et_pb_image][\/et_pb_column][et_pb_column type=”2_3″][et_pb_text admin_label=”Text” background_layout=”light” text_orientation=”justified” use_border_color=”off” border_color=”#ffffff” border_style=”solid” text_font_size=”18″]<\/p>\n
T\u00edmido como un indio; fraterno y atrevido como todo santiaguero, el Compay Primo me saluda en la imaginaci\u00f3n.<\/span><\/p>\n Si Matamoros ha sido el desafuero de la alegr\u00eda, el tropel bullanguero de los sonidos de la ciudad, del barrio, del hombre de esquina y bar en colmeneo, Lorenzo Hierrezuelo huele todav\u00eda a monte profundo, al brillo dispar del roc\u00edo en la ma\u00f1ana, cerca de la Sierra, en los arduos caminos donde, alrededor de un mal quinqu\u00e9, el guajiro desata su esperanza en la cumbre nocturna de un tres, mientras el ron de Oriente aleja a los g\u00fcijes no convidados, y se convoca la gracia para que el d\u00eda pr\u00f3ximo venga con menos dolor. Miguel es calle empinada de Santiago de Cuba. Lorenzo es trillo, desfiladero, guardarraya en el alba, donde ululan los cedros casi despiertos, vuela el sij\u00fa desde su rotunda brevedad, suena el tren ca\u00f1ero en la distancia, y se respira el profundo aroma del caf\u00e9 en un conuco apartado. <\/span><\/p>\n [\/et_pb_text][\/et_pb_column][\/et_pb_row][et_pb_row admin_label=”Row”][et_pb_column type=”4_4″][et_pb_text admin_label=”Text” background_layout=”light” text_orientation=”right” use_border_color=”off” border_color=”#ffffff” border_style=”solid” text_font_size=”18″]<\/p>\n Escuchando \u00a0su armon\u00eda acompasada y atronadora, uno adivina el t\u00e1ndem de un central azucarero \u2013todav\u00eda arcaico ingenio-, y la conga arrollando en el suburbio o el batey. Salen del pozo de los sue\u00f1os nombres aut\u00e9nticos, fundados en la noche de los tiempos: Baconao, Siboney, Yarayagua, y su sitio natal, el Caney, \u00a0donde el humo espectral de los abor\u00edgenes se hace cuerpos de nuevo en los negros cortadores de ca\u00f1a, que cuentan, en una extra\u00f1a lengua, las estremecedoras leyendas de otra tierra que parece no haber sido nunca real. En el son acelerado de su guitarra, que transparenta tropel de caballos en fuga, hay una picard\u00eda dolorosa, una felicidad ingenua del hombre antiguo que saluda al monte reci\u00e9n humedecido, y que alza sus manos al sol para reemprender la siembra y \u00a0la supervivencia, metido en el hondo interior que transforma y procesa lo que entra por sus sentidos.<\/span><\/p>\n Cu\u00e1nto hay que agradecerle a este hombre peque\u00f1o, nervioso, de inquieta voz aguda, desde que naci\u00f3 el 5 de agosto de 1907 y el bichito inquieto de la m\u00fasica le inund\u00f3 la sangre de rel\u00e1mpagos. <\/span>El que sabe, sabe<\/span><\/i>, nos dijo en una de sus m\u00e1s reflexivas creaciones, mezclando su antepasado indocubano con la raza africana que le abrig\u00f3. Cerrada su historia humana el 16 de noviembre de 1993 en La Habana, ciudad que fue a conquistar en 1930 bajo la itinerante sombra del hambre, nos parece Lorenzo de una presencia abrumadora, un hombre de mil caras e incontables tonos, m\u00faltiple y repartido entre su segunda trovadoresca a Mar\u00eda Teresa Vera, la suplencia que hac\u00eda en el Conjunto Matamoros, y el protagonismo autoral y de voz prima en su obra tal vez mejor recordada: el d\u00fao Los Compadres. <\/span><\/p>\n Su ingenio creador lleva ese aroma de caser\u00edo renaciendo en la ma\u00f1ana de la monta\u00f1a, huele a bestias que pastan en el silencio de las cumbres, vibra como un arroyo que mezcla en el aire su transcurrir nost\u00e1lgico, con las ramas que dispersan la vida, brotan en \u00e9l las flores y los finos filamentos indiferentes del curujey, el helecho de plata que enreda su fervor en el viento menudo, todo con la caliente forma que marca el sol en la regi\u00f3n m\u00e1s oriental de mi pa\u00eds, esa, donde sus habitantes cantan hablando, con un ritmo y una pronunciaci\u00f3n que lleva candencia y goce, y las inflexiones suenan hasta m\u00e1s burlonas en la mism\u00edsima desgracia.<\/span><\/p>\n Qu\u00e9 poco le hemos tenido en cuenta, cegados a veces por voces que pens\u00e1bamos mayores, siendo \u00e9l mismo de la estatura torrencial de los otros, divertido, hondo, incre\u00edble en la diversidad que logra a pesar de un sello muy personal que lo distingue. Cu\u00e1nto espacio ha llenado, desde aquella resoluci\u00f3n suya de quedarse en la capital de la isla, recorriendo la noche fervorosa de los bares, hasta integrarse al Tr\u00edo L\u00edrico Cubano, y luego, en 1933, al Sexteto Cauto de Mozo Borgell\u00e1, para iniciar, en el 35, la andadura de serena y dulce solidez con la inabarcable Mar\u00eda Teresa Vera, bajo cuya luz, \u00a0la suya, m\u00e1s que disminuir, se fund\u00eda dosificada por decisi\u00f3n propia. Qu\u00e9 digno de alabar aquel a\u00f1o de 1948, en el nacimiento de un compadrazgo de abismal alegr\u00eda, donde el aire se repleta del casabe con macho asado, y el goloso sonido de los tostones, \u00f1ames, yucas de la m\u00e1s profunda sonoridad gastron\u00f3mica. Lorenzo es la sensualidad de los manjares simples de la cocina oriental, el vaho sinuoso del carb\u00f3n en el anafe, que hace inolvidable lo simple, con los aromas convertidos cicatriz en el legado de una naci\u00f3n. En su canto, m\u00e1s que las loas al cuerpo y sus movimientos, andan incrustados los rincones h\u00famedos de la vegetaci\u00f3n estallante, la cordialidad del p\u00e1rrafo solidario entre los caminantes que coinciden, alrededor de una taza de caf\u00e9 hospitalario de bienvenida o adi\u00f3s, y los rones espl\u00e9ndidos del guateque, volviendo menos tenebrosa nuestra habitaci\u00f3n en la tierra.<\/span><\/p>\n Cu\u00e1nto hay que hacer para que vuelva al alba, para que no abandone nuestra mesa. <\/span>Vamos a comer temprano\/ porque me huele a visita\/ <\/span><\/i>cant\u00f3 con el t\u00edmido desparpajo de quien teme los sobresaltos que provocan los gorrones, en ese son de fuego titulado <\/span>Baja y tapa la olla<\/span><\/i>, en una \u00e9poca en que tambi\u00e9n declaraba \u2013en perfecto binomio con su primo Repilado- <\/span>Yo no como la jut\u00eda\/ porque tiene cuatro dientes<\/span><\/i>, due\u00f1o de un aparente absurdo, que resulta surrealista a los extra\u00f1os que pasan sin comprender a los orientales de mi tropa. Razonamientos afilad\u00edsimos de hombre del monte, acostumbrado a una libertad que toma del cielo o la naturaleza, amigo de su sombra y su bestia, y para el que un cuento, una an\u00e9cdota, una palabra en oreja ajena, es un tesoro que le salva de la soledad de los confines.<\/span><\/p>\n Dijeron una vez, adelant\u00e1ndose al tiempo, que los compadres hab\u00edan muerto. Lorenzo desminti\u00f3 el desolador augurio con un son que ahora me cubre el coraz\u00f3n de esperanza: <\/span>Hay Compadres para rato<\/span><\/i>. Lo s\u00e9 y eso me hace feliz. Siento que vuelve en el amanecer, donde quiera que abra yo los ojos y no entre el tibio olor del guayabo a tocar mi nuevo d\u00eda. \u00c9l derrama entonces ese verdor y esos aromas, y le ordena a su hermano Reynaldo que baje del puente de la guitarra, que se convierta en flauta humana, y el d\u00eda se pone humano en el universo para m\u00ed, con Lorenzo Hierrezuelo ech\u00e1ndome un brazo por los hombros, mirando el horizonte con el perfil afilado de un indio que se le escap\u00f3 a las leyendas.<\/span><\/p>\n Ram\u00f3n Fern\u00e1ndez-Larrea \u00a0\u00a0en Barcelona y octubre del 2002.<\/span><\/p>\n [\/et_pb_text][\/et_pb_column][\/et_pb_row][\/et_pb_section]<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" T\u00edmido como un indio; fraterno y atrevido como todo santiaguero, el Compay Primo me saluda en la imaginaci\u00f3n. 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Mientras con la Vera \u2013en la funci\u00f3n complementaria que hiciera a\u00f1os antes el malogrado Rafael Zequeira- era la segunda l\u00edrica en una trova m\u00e1s de bohemias y encajes, con su primo Francisco Repilado \u2013Compay Segundo- relevado en 1955 por el veinte a\u00f1os m\u00e1s joven Reynaldo Hierrezuelo, desat\u00f3 la otra cara de una moneda que nos sigue deslumbrando con sus saetas de luz, un tel\u00farico son de alucinante crecimiento sonoro, con letras surgidas del cotidiano vivir de los m\u00e1s humildes y simples. Y en esa aparente sencillez, van los razonamientos llenos de picard\u00eda y gracejo ante el amor, el paisaje, los alimentos, la asunci\u00f3n de la cumbancha familiar con la que esos seres dan sentido a sus vidas y la comparten en un gran acto de amor fraterno.<\/span><\/h1>\n