[et_pb_section admin_label=”Section” fullwidth=”off” specialty=”off”][et_pb_row admin_label=”Row”][et_pb_column type=”1_3″][et_pb_image admin_label=”RAM\u00d3N VELOZ” src=”https:\/\/memoriadelahabana.com\/wp-content\/uploads\/2016\/12\/memoria-de-la-habana-los-m\u00fasicos-de-cuba-kabiosiles-006.png” alt=”RAM\u00d3N VELOZ” title_text=”KABIOSILE ” show_in_lightbox=”on” url_new_window=”off” use_overlay=”off” animation=”left” sticky=”off” align=”left” force_fullwidth=”off” always_center_on_mobile=”on” use_border_color=”off” border_color=”#ffffff” border_style=”solid”] [\/et_pb_image][\/et_pb_column][et_pb_column type=”2_3″][et_pb_text admin_label=”Text” background_layout=”light” text_orientation=”justified” use_border_color=”off” border_color=”#ffffff” border_style=”solid” text_font_size=”18″]<\/p>\n
En Paris, bajo la luz difusa del oto\u00f1o, le segu\u00ed el \u00faltimo rastro. All\u00ed, donde ahora son otros, hijos del Magreb, quienes anuncian, como apenados, las extra\u00f1as frutas que arden en sus manos, y no hay el sol donde una tarde de 1928 vio, para inspirarse, a un negro reverberando alegr\u00eda, con una lata colgada del brazo, los ojos repletos de cucuruchos de papel de estraza, avisando a las caseritas que probaran el man\u00ed- ese cacahuete caribe\u00f1o cuyo nombre sirve para designar otra hierba de humos densos- antes de acostarse, con la gracia del doble sentido que se da en la isla de mis diversos corazones.<\/span><\/p>\n [\/et_pb_text][\/et_pb_column][\/et_pb_row][et_pb_row admin_label=”Row”][et_pb_column type=”4_4″][et_pb_text admin_label=”Text” background_layout=”light” text_orientation=”right” use_border_color=”off” border_color=”#ffffff” border_style=”solid” text_font_size=”18″]<\/p>\n All\u00ed, en la R\u00fae San Mart\u00edn, en el coraz\u00f3n de Saint Den\u00eds, surgi\u00f3, como por encanto, la voz de Mistinguet, aquella vedette de ojos tristes que hizo arder la ciudad en los desaforados a\u00f1os veinte, y que en los treinta era ya reina absoluta de Pigalle. Entre sus erres de dificultosa respiraci\u00f3n, distingu\u00ed aquel preg\u00f3n mundial de Mois\u00e9s Simons, pero esta vez se llamaba <\/span>La rumba d\u00b4amour,<\/span><\/i> orquestada por la Cr\u00e9ole Band de la Coupole, en una revista ofrecida en el Casino de la ciudad luz en 1931, y grabada el 11 de octubre de ese a\u00f1o por la artista de mirada inconsolable.<\/span><\/p>\n Entonces comenc\u00e9 a ver con los ojos del alma la ciudad que recorri\u00f3 mi compatriota, el que encendi\u00f3 La Habana con m\u00e1s de una melod\u00eda contagiosa, y quiso que el \u00a0son y las sonoridades m\u00e1s calientes atravesaran el Atl\u00e1ntico e hicieran nido all\u00ed, como ya hab\u00edan probado, con mucha suerte y no menos acierto, los Lecuona Cubans Boys, Rita Montaner, Sindo Garay, Antonio Mach\u00edn antes de integrarse al coraz\u00f3n de Espa\u00f1a, los indomables hermanos Barreto en el Melody\u00b4s Bar de Montmartre, donde dicen que Mois\u00e9s alejaba algunas noches la verde nostalgia de la isla, desde lo m\u00e1s alto de Par\u00eds, brind\u00e1ndole a la ciudad los destellos alegres de sus manos. En 1934 los reuni\u00f3 a todos para hacer estallar Montparnasse con el espect\u00e1culo <\/span>La noche de los tr\u00f3picos.<\/span><\/i><\/p>\n En las calles de Saint Michel sorprend\u00ed el fantasmal rostro de aquel pasado que se sigue arrastrando por este mundo de pena. Un disco de la mezzo soprano Susan Graham, grabado en el Carnegie Hall, me trajo al m\u00fasico m\u00e1s vivo que nunca. En \u00e9l hab\u00eda incluido una creaci\u00f3n poco conocida que se titula <\/span>El vagabundo<\/span><\/i>. As\u00ed su nombre brilla entre otros grandes y llena mi coraz\u00f3n de brillos m\u00e1s serenos de los que hall\u00e9 en el dormido Sena. Junto a Debussy, Brahms y Mahler, el nombre de mi compatriota lleva las alas de una sonoridad que remite a la ciudad de La Habana, donde naciera un 24 de agosto de 1889, hijo del m\u00fasico vasco Leandro Sim\u00f3n, que le ense\u00f1\u00f3 a cazar en el aire esos sonidos que cuentan la historia del coraz\u00f3n humano. Aquel padre musical le transmiti\u00f3 otros secretos que le sirvieron para ser, desde los nueve a\u00f1os, organista de la iglesia del barrio Jes\u00fas Mar\u00eda -repleto de cadencias africanas- y maestro de capilla de la iglesia del Pilar. <\/span><\/p>\n Conmovido m\u00e1s tarde por esos hallazgos; transido a\u00fan por el cielo implacable de Par\u00eds, le he seguido buscando hasta aquel primero de marzo de abismal desolaci\u00f3n en que se nos vino a morir en Madrid, en 1945, a punto de que terminaran los horrores de la guerra que volvi\u00f3 a hacer panteras a los hombres. No lleg\u00f3 a ver a Judy Garland cantar compases de su creaci\u00f3n m\u00e1s redonda, la que hiciera triunfar en New York a Mach\u00edn con la Orquesta de Don Aspiazu, que hab\u00eda grabado Rita en Cuba en abril del 28, para que Sachtmo pusiera en ella una trompeta de escondida angustia, con el nombre saj\u00f3n de <\/span>The coconut vendor<\/span><\/i>, que grabaron en pleno delirio de imaginaci\u00f3n los escarabajos de Liverpool, The Beatles, el 10 de enero de 1969, en las brumosas sesiones de <\/span>Let it be.<\/span><\/i><\/p>\n M\u00e1s all\u00e1 de que sea cierto o no que la letra de <\/span>El manisero<\/span><\/i> la escribi\u00f3 de prisa, sobre una servilleta, a cuatro manos con un amigo bohemio y periodista, en uno de los cafetines del Paseo del Prado, lo verdaderamente importante es que abri\u00f3 con ello un universo m\u00e1s amplio para mi m\u00fasica, en un nuevo camino donde entraba el exultante dolor de los pregones populares, aquella gracia nacida de la supervivencia con destellos geniales. Del amor que sinti\u00f3 Simons por la hermana de aquel amigo c\u00f3mplice naci\u00f3 uno de sus cantos de m\u00e1s fina fibra, <\/span>Marta,<\/span><\/i> donde confiesa que encuentra a Dios en sus pupilas de azul aurora.<\/span><\/p>\n Yo le evoco mejor en otra creaci\u00f3n suya que resume sabidur\u00eda y gracia: <\/span>Chivo que rompe tamb\u00f3<\/span><\/i>, que en la voz de Bola de Nieve se llena de todos los gui\u00f1os posibles. Le imagino entonces desmesurado, desbord\u00e1ndose en aquella Habana que de pronto le qued\u00f3 peque\u00f1a un d\u00eda, dirigiendo zarzuelas en el teatro Mart\u00ed, escribiendo cr\u00edtica musical, inform\u00e1ndose de nuestro folklore, e innovando las nacientes jazz band a las que llev\u00f3 a experimentar con el danz\u00f3n.<\/span><\/p>\n Su vida azarosa fue contada ya por Oscar Hijuelos en su novela <\/span>Una sencilla melod\u00eda habanera<\/span><\/i>. No me extra\u00f1a. Yo recog\u00ed esos fantasmas en el aire de Par\u00eds, en ese invierno donde la voz de Mistinguet me trajo una isla remota sobre el viento. Detenido en ella, para siempre, abriendo su coraz\u00f3n al mundo, Mois\u00e9s Simons me reafirmaba que el universo entero cabe en una melod\u00eda, en un grito, en el anuncio que hac\u00edan los negros en el malec\u00f3n habanero para que las ni\u00f1as abrieran sus balcones por donde iba a entrar por fin el sue\u00f1o.<\/span><\/p>\n Cuando la silbo en otros inviernos, la tierra no tiene entonces fronteras.<\/span><\/p>\n Ram\u00f3n Fern\u00e1ndez-Larrea, en Barcelona diciembre del 2003<\/span><\/p>\n [\/et_pb_text][\/et_pb_column][\/et_pb_row][\/et_pb_section]<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" En Paris, bajo la luz difusa del oto\u00f1o, le segu\u00ed el \u00faltimo rastro. 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