[et_pb_section admin_label=”Section” fullwidth=”on” specialty=”off” transparent_background=”off” allow_player_pause=”off” inner_shadow=”on” parallax=”on” parallax_method=”on” padding_mobile=”off” make_fullwidth=”off” use_custom_width=”off” width_unit=”on” make_equal=”off” use_custom_gutter=”off”][et_pb_fullwidth_header admin_label=”Fullwidth Header” title=”Kabiosile” subhead=”Paulina \u00c1lvarez” background_layout=”dark” text_orientation=”left” header_fullscreen=”off” header_scroll_down=”off” background_url=”https:\/\/memoriadelahabana.com\/wp-content\/uploads\/2016\/09\/memoria-de-la-habana-home-slider-4.jpg” parallax=”off” parallax_method=”off” content_orientation=”center” image_orientation=”center” custom_button_one=”off” button_one_letter_spacing=”0″ button_one_use_icon=”default” button_one_icon_placement=”right” button_one_on_hover=”on” button_one_letter_spacing_hover=”0″ custom_button_two=”off” button_two_letter_spacing=”0″ button_two_use_icon=”default” button_two_icon_placement=”right” button_two_on_hover=”on” button_two_letter_spacing_hover=”0″ title_font_size=”64″ subhead_font_size=”48″]<\/p>\n
[\/et_pb_fullwidth_header][\/et_pb_section][et_pb_section admin_label=”Section” fullwidth=”off” specialty=”off”][et_pb_row admin_label=”Row”][et_pb_column type=”1_3″][et_pb_image admin_label=”Paulina \u00c1lvarez” src=”https:\/\/memoriadelahabana.com\/wp-content\/uploads\/2016\/12\/memoria-de-la-habana-los-m\u00fasicos-de-cuba-kabiosiles-029.png” alt=”Paulina \u00c1lvarez” title_text=”Paulina \u00c1lvarez” show_in_lightbox=”on” url_new_window=”off” use_overlay=”off” animation=”left” sticky=”off” align=”left” force_fullwidth=”off” always_center_on_mobile=”on” use_border_color=”off” border_color=”#ffffff” border_style=”solid”]<\/p>\n
[\/et_pb_image][\/et_pb_column][et_pb_column type=”2_3″][et_pb_text admin_label=”Text” background_layout=”light” text_orientation=”justified” use_border_color=”off” border_color=”#ffffff” border_style=”solid” text_font_size=”18″]<\/p>\n
De ni\u00f1o no so\u00f1aba mucho con reyes o emperatrices. A mi pueblo, blanco e hirviente, nunca llegaron en aquella \u00e9poca las desoladas historias de Sissi. Y los monarcas eran, en mi imaginaci\u00f3n de terremotos y monta\u00f1as, unos viejecitos bastante tristes que inventaban diab\u00f3licos acertijos para que los pr\u00edncipes se llevaran a sus hijas al huerto. Pero la voz de Paulina \u00c1lvarez entraba, sigilosa y con una lejan\u00eda refrescante, y se expand\u00eda por las calles estrechas, como poni\u00e9ndole dulzores a la tarde brav\u00eda. Era una emperatriz que no acertaba a imaginar, hasta que una noche se hizo due\u00f1a de la pantalla, ya en el fondo de todo lo vivido, como un pasado que viene a despedirse.<\/span><\/p>\n
Era un ritmo raro, como la m\u00fasica victoriosa de mis domingos en el parque, pero con un galope m\u00e1s desesperado, sin esa gruesa cadencia que ten\u00eda el danz\u00f3n de aquellos vetustos ancianos de la retreta para que las palomas sollozaran en los aleros. \u201cEs el danzonete\u201d- dijo mi madre ante mis ojos de azoro, y no hubo m\u00e1s presentaciones para Paulina \u00c1lvarez hasta que me ense\u00f1\u00f3 el rostro con que hab\u00eda extendido la alegr\u00eda.<\/p>\n<\/div>\n<\/div>\n<\/div>\n [\/et_pb_text][\/et_pb_column][\/et_pb_row][et_pb_row admin_label=”Row”][et_pb_column type=”4_4″][et_pb_text admin_label=”Text” background_layout=”light” text_orientation=”justified” use_border_color=”off” border_color=”#ffffff” border_style=”solid” text_font_size=”18″]<\/p>\n Desde entonces Matanzas no fue la ciudad vertiginosa y rodeada de agua que cruz\u00e1bamos en las calladas madrugadas de nuestros viajes a la capital. En el relumbre dormido del r\u00edo Yumur\u00ed cre\u00eda yo que las aguas se abr\u00edan para que surgiera plena e indoblegable la voz total de Paulina \u00c1lvarez anunci\u00e1ndole al mundo el nacimiento de un nuevo ritmo que no pas\u00f3 de algunos buenos momentos: \u201cAll\u00e1 en Matanzas se ha creado\u2026. \u00a0\u00a0\u00a0Fue despu\u00e9s, con estos ojos que le buscaron un rostro anterior, cuando le supe a Paulina \u00c1lvarez el t\u00edtulo aristocr\u00e1tico con el que entr\u00f3 a la historia de los sonidos de mi pa\u00eds, y que enarbolaba, bien ganado, por la rotundez de su voz, aunque el invento que lanzara Aniceto D\u00edaz en la llamada Atenas de Cuba all\u00e1 en 1929 no tuviera otra nostalgia que algunas obstinaciones de Barbarito Diez y espor\u00e1dicas incursiones de la flauta m\u00e1gica de Arca\u00f1o, que decidi\u00f3 explorar algunos de sus senderos hasta el filo del horizonte abismal.<\/span><\/p>\n El danzonete no era nada o lo era todo. Rotos los protocolos y los abanicos, y la pereza del juego premiliminar que aprovechaban las damas para desmayar a los hombres con sus pesta\u00f1as, antes de que se lanzaran, muy decentes, a poner una mano pudorosa en sus talles de ardiente parsimonia. El danzonete entraba desaforado en las r\u00f3tulas, hijo casi bastardo de los salones franceses de la contradanza, y del son manig\u00fcero, que hizo brillar a mi isla en el desafuero del siglo. Y anunciando lo que pensaron iba a ser hallazgo feliz, Paulina \u00c1lvarez, plena en su algarab\u00eda retadora, \u201cRompiendo la rutina\u201d del equilibrio.<\/span><\/p>\n Hab\u00eda nacido en Cienfuegos el 29 de junio de 1912, y desde temprana edad el trino que apresaba en su pecho hab\u00eda tendido alas, buscando una libertad que encontr\u00f3 luego en La Habana, cuando se radic\u00f3 all\u00ed con su familia. Ten\u00eda entonces catorce a\u00f1os y decidi\u00f3 que el canto era su vida. As\u00ed se convirti\u00f3, con una suave obstinaci\u00f3n, con lento empe\u00f1o firme, en la cantante de la Orquesta Elegante, que hizo brotar todos los fuegos bajo la noche cubana, pero que jam\u00e1s dej\u00f3 su testimonio en placas para nosotros.<\/span><\/p>\n La tenemos guardada en la memoria del aire por otros empe\u00f1os. El 15 de junio de 1937 asalt\u00f3 la eternidad con una peque\u00f1a charanga, en un local improvisado, en medio de un desafuero de la discogr\u00e1fica V\u00edctor, la primera empresa que comprendi\u00f3 la riqueza sonora de mi tierra. Ese d\u00eda, acompa\u00f1ada de la Orquesta Castillito, grab\u00f3 cinco piezas con un micr\u00f3fono de pena. Cuatro de ellas eran danzonetes.<\/span><\/p>\n Pero su determinaci\u00f3n de mujer brav\u00eda la llev\u00f3 a otra culminaci\u00f3n en 1939, cuando fund\u00f3 su propia agrupaci\u00f3n, convirti\u00e9ndose en precursora. Queda en los anales, junto a la Orquesta Anacaona y la fiereza de Mar\u00eda Teresa Vera, como presencia hermosa de la mujer en nuestra m\u00fasica en tiempos tan dif\u00edciles. Con esos m\u00fasicos grab\u00f3 solamente catorce n\u00fameros. Danzones y boleros que se mantienen vivos como p\u00e1jaros que cruzan el agua del tiempo. Tras ese gesto deslumbrante desapareci\u00f3 de las casas disqueras durante veinte largos a\u00f1os, aunque sigui\u00f3 regalando su voz con una nueva orquesta.<\/span><\/p>\n Por fin, en 1959 y 1960, como una gran dama que dicta testamento abierto al aire, nos regal\u00f3 su \u00fanico disco de larga duraci\u00f3n: \u201cHomenaje a la Emperatriz Paulina \u00c1lvarez\u201d. Fue su estertor, su sello del adi\u00f3s, la mano que se mueve mientras entra en la bruma de un olvido aparente. El 22 de julio de 1965 la muerte la sent\u00f3 sobre la grupa del horrible corcel que la alej\u00f3 para siempre.<\/span><\/p>\n Tambi\u00e9n con elegancia, para que nunca dud\u00e1ramos de su paso sobre la tierra, rodeada por una pl\u00e9yade de estrellas, en 1960 puso en acetato el c\u00e9lebre danzonete que le abriera las puertas del largo camino. \u201cRompiendo la rutina\u201d, desde la oscura noche matancera en que Aniceto D\u00edaz crey\u00f3 que asombraba al mundo con un ritmo nuevo, qued\u00f3 como una huella que al menos le otorg\u00f3 un t\u00edtulo de alcurnia a Paulina \u00c1lvarez. Fueron 65 m\u00fasicos asombrosos, entre los que se contaban Israel L\u00f3pez \u201cCachao\u201d, Enrique Jorr\u00edn, el flautista Fajardo y Cheo Bel\u00e9n Puig. En la inolvidable corte que consolid\u00f3 su testimonio estaban tambi\u00e9n maestros de la talla de Rodrigo Prats y Odilio Urf\u00e9. Gilberto Vald\u00e9s dirigi\u00f3 aquella orquesta de ensue\u00f1os.<\/span><\/p>\n La rutina no se rompi\u00f3 completamente y el danzonete pas\u00f3 un poco de largo, dej\u00e1ndonos el aviso de que el danz\u00f3n pod\u00eda ser eternamente joven; y la voz y el t\u00edtulo de emperatriz de Paulina \u00c1lvarez, la mujer que me asombr\u00f3 una vez cuando era yo inocente, y comenzaba a atrapar el mundo por sus hojas espinosas. Hay tardes, especialmente cuando me acerco al mar, en las que creo ver las luces de Matanzas hiriendo dulcemente la bah\u00eda. Y una voz en mi sangre va subiendo, como pidi\u00e9ndome que no la olvide nunca. Es Paulina \u00c1lvarez, en su carruaje de m\u00fasica, que cruza sobre mi coraz\u00f3n a esa hora de esperanza, como si comenzara a crecer la marea.<\/span><\/p>\n Ram\u00f3n Fern\u00e1ndez-Larrea, en Barcelona y abril del 2003<\/span><\/p>\n [\/et_pb_text][\/et_pb_column][\/et_pb_row][\/et_pb_section]<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" De ni\u00f1o no so\u00f1aba mucho con reyes o emperatrices. A mi pueblo, blanco e hirviente, nunca llegaron en aquella \u00e9poca las desoladas historias de Sissi. Y los monarcas eran, en mi imaginaci\u00f3n de terremotos y monta\u00f1as, unos viejecitos bastante tristes que inventaban diab\u00f3licos acertijos para que los pr\u00edncipes se llevaran a sus hijas al huerto. 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