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Plantado, firme, desafiando a la vida, haciendo trizas el aire con sus manos que cortan, bajo la luz del mundo sigue Rolando Laserie su desaf\u00edo sonoro. As\u00ed solt\u00f3, cantando \u201cLas cuarenta\u201d como una versi\u00f3n m\u00e1s calurosa de malevo de barrio, la triste visi\u00f3n de las mujeres que el tango met\u00eda en el alma de los compadritos de los arrabales. Lo repiti\u00f3 luego en otro merengue que \u00e9l convert\u00eda en cualquier otra cosa, en ese estilo bravo que lo ubic\u00f3 para siempre contest\u00e1ndole al mundo perverso, neg\u00e1ndose ir nunca m\u00e1s \u201cA la rigola\u201d, porque \u201clas mujeres son como las serpientes\u201d.<\/p>\n
D\u00f3nde est\u00e1 ahora la espesa noche del Sans- Souc\u00ed, donde resaltaba la negrura hostil y tierna de Laserie en aquella pista que viera pasar tambi\u00e9n otras glorias. All\u00ed derram\u00f3 el aire nost\u00e1lgico y sudoroso del circo donde aprendi\u00f3 a domar los sonidos broncos de la percusi\u00f3n. Tal vez por esa escuela yo le siento en su manera de caminarle cabreado a los boleros, muy adentro de la queja rabiosa, el equilibrista que nos pon\u00eda el coraz\u00f3n en vilo, siempre avanzando en una l\u00ednea no palpable, con miedo a que se desplome, que se hunda en el abismo de la contracorriente, y que el ritmo \u2013como la invisible cuerda que le ata a la realidad- se le quiebre bajo los pies de la voz con que nos hac\u00eda c\u00f3mplices tambi\u00e9n de sus penas.<\/p>\n
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Hab\u00eda venido a este mundo de penas y glorias el 27 de agosto de 1923, en Santa Clara, una ciudad de extensiones grises, en el centro de la isla, emboscada por monta\u00f1as casi azules. Le descubro el origen pobre y villare\u00f1o en un modo dif\u00edcil de enfrentarse a las consonantes finales, y en esas \u201ceses\u201d aspiradas hasta el dolor y la asfixia, cuando se le hermanan las \u201cerres\u201d con las \u201celes\u201d, que suena a maleza apisonada. Su estilo amenazante logra una de sus cumbres en otro tango perverso donde \u00e9l parece atravesar un agua turbia y venenosa, cuando ha visto a la mujer por la que perdiera familia, honra y amigos y que ahora es una sombra de aquel esplendor traicionero. Conmueve m\u00e1s que asusta su amenaza de irse a otra penumbra a no llorar, cuando lo fija en la parte m\u00e1s sangrienta del aire en ese final que a m\u00ed me hace bajar los ojos: \u201cesta noche me emborracho bien\/ me jalo bien jalao\/ pa\u00b4no pensar\u201d, trocando el \u201colvido\u201d del texto verdadero por una fuga mental que es preferible. Porque el olvido es una mutilaci\u00f3n, y Rolando Laserie, negro de otro c\u00f3digo de honor, no la aceptaba.<\/p>\n
A m\u00ed me secuestraron esta voz. <\/p>\n
Lo escondieron porque alguien quiso pensar por m\u00ed que toda su pena era cosa del pasado, y esa ausencia fue un castigo y la mutilaci\u00f3n que no ped\u00eda. Grises funcionarios, entusiastas colgadores de banderolas pensaron que en el porvenir dise\u00f1ado en sus mesas no podr\u00eda existir el marginal que castigaba a las mujeres, culp\u00e1ndolas de los remiendos del coraz\u00f3n y otras injurias no siempre tan menores. Alguien lo engavet\u00f3 cuando Rolando Laserie cambi\u00f3 el horizonte y se march\u00f3 a M\u00e9xico a echarse otros cielos en la chistera. Pobres tipos sin gloria que le escondieron tanto, ahora que yo le he descubierto tambi\u00e9n lejos, y me he reconciliado con la noche habanera que \u00e9l tensaba con el aullido de su garganta. <\/p>\n
Aunque no est\u00e9, porque una ola de amargura se lo llev\u00f3 en su cresta all\u00e1 en Miami el 22 de noviembre de 1998, reci\u00e9n llegado yo a Barcelona y le ignoraba todas las muertes que hoy me duelen. Ya no cre\u00eda ni en s\u00ed mismo, como dijo hablando de dineros, amores y amigos, ya desde inicios de los a\u00f1os cincuenta de un siglo XX que termin\u00f3 sin \u00e9l.<\/p>\n
Guapo en mi pecho, no de belleza, no al estilo del piropo espa\u00f1ol, sino con la bravura de mi tierra, donde los guapos son los que maldicen y vencen, los que le arriman el pecho a los pu\u00f1ales de este mundo para morir o vencer. Guapo, enervado, desafiante, hondo, tal vez no en su filosof\u00eda primaria, pero s\u00ed como una espada donde se cuelga el pesar. <\/p>\n
Rolando Laserie es una esencia, uno de esos fragmentos importantes que arman el esqueleto amplio de mi nacionalidad. Guapo en el tono donde no ped\u00eda clemencia, y guapo en la hombr\u00eda del decir, donde le entraba a la cadencia sin temores, atrasando o adelantando a su antojo los compases del canto y caerle justo a la armon\u00eda. Tal vez fuera eso lo que descubri\u00f3 Ernesto Duarte cuando le incluy\u00f3 en su orquesta para soltar aquel torrente estruendoso donde saltaba del puro jazz al estruendo del montuno irrefrenable. All\u00ed estuvo rodeado de otras luminarias: Celeste Mendoza, Rolo Mart\u00ednez y el gran Benny Mor\u00e9, con quien alcanz\u00f3 el esplendor, trabajando en su Banda Gigante como percusionista en 1953.<\/p>\n
El guapo, el guapachoso, el que una vez se qued\u00f3 solo contra un \u00e1vido p\u00fablico que esperaba al B\u00e1rbaro del ritmo, y desat\u00f3 su repertorio personal de boleros y guarachas para que perdonaran al jefe y amigo, quien, en la inconstancia del alcohol dej\u00f3 una cita con su banda. Aquella noche perdonaron al Benny Mor\u00e9 su irresponsable levedad y dejaron entrar para siempre a Rolando Laserie en sus vidas, por valiente y amigo. Y por su estilo \u00fanico. Y por su carga de filosof\u00eda callejera. Y por esa voz que una vez intentaron que yo no conociera, que creciera sin el amparo de su navaja descarada.<\/p>\n
Pretendieron no s\u00f3lo desampararme de su canto. Le castigaron a \u00e9l secuestr\u00e1ndole tambi\u00e9n la patria donde debieran andar sus huesos temblorosos. \u00c9l cant\u00f3 con los grandes del siglo, bajo otras noches lejanas, siendo una patria verdadera y distinta a la de sus verdugos insolentes.<\/p>\n
La tierra ajena donde guarda sus insolentes ternuras es tambi\u00e9n nuestra patria inmensa. Porque extendi\u00f3 la isla de su coraz\u00f3n haci\u00e9ndola un bolero que amenaza desde la sombra de su eternidad.<\/p>\n
Yo te he encontrado, Rolando Laserie. Ahora mi pa\u00eds es sangre de esa sombra que proyecta tu muerte innumerable.<\/p>\n
Ram\u00f3n Fern\u00e1ndez-Larrea en Barcelona y abril del 2003.<\/p>\n
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