LILÍ MARTÍNEZ GRIÑÁN

Todos somos culpables. Le vimos morirse a gritos, desgajándose, y no sabíamos. Le aplaudimos como al desgano, en las penumbras del amor clandestino, en los malos bares y clubes donde iba a hablar con Dios, castigándole por perverso y olvidadizo, y no le reconocimos....